viernes, 9 de marzo de 2012



Publicado por Aquiles Julián el 17/01/2012 en Cultura y Ocio |

“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.”
Miguel de Cervantes

         ¿Cuál es el propósito de leer? Aunque muchos, me incluyo, leemos libros por el simple placer: poemarios, novelas, cuentos, etc., lectura recreativa, la mayor parte de las personas, y también me incluyo, buscamos en los libros información relevante y de valor que sirva a nuestros propósitos.
          
                 Leemos, sobre todo, para cambiar nuestro ser, lectura transformativa, y para cambiar nuestro hacer, lectura formativa.
          
           También está una modalidad de la formativa, que es aquella lectura que responde a nuestros intereses culturales, a nuestra sed de saber: la lectura informativa.
           
             Y desde el punto de vista del volumen, de la diversidad y de la inducción social, la lectura formativa, orientadas a mejorar, enfocar y optimizar nuestro hacer, es la que predomina en nuestra cultura.
        
           Los resultados de lectura son distintos según su propósito: placer y emoción, en la lectura recreativa; cambio profundo en el ser, en la lectura transformativa; mejoría en el desempeño en la lectura formativa; ampliación de nuestro bagaje cultural, en la informativa. A distintos propósitos, distintas maneras de leer.
         
             Voy a concentrarme, seguidamente, en qué buscar en los libros formativos: técnicos, profesionales, informativos, etc., dado que, como expresé, este tipo de lectura es la que predomina en cantidad, pues nuestras escuelas y universidades, institutos y centros de capacitación, son el tipo de libros que mayormente recomiendan, ya que todos se articulan en torno al hacer, en torno a la formación de habilidades, destrezas y saberes en los individuos.

            UN LIBRO NO ES UN SOPORTE

         Antes es oportuno que distingamos entre lo que un libro es y lo diferenciemos de lo que significa simplemente un soporte.
         
 Los libros han tenido a través de la historia distintos soportes, desde huesos hasta metales; desde las piedras al barro; desde la cera hasta los mosaicos; desde el papiro hasta el pergamino; desde la madera a la seda; desde el papel hasta el más reciente y asequible de la pantalla digital, el soporte llamado a protagonizar la más profunda revolución en el saber, la lectura y la cultura de todos los tiempos.
        
                     ¿Qué es un libro? Es un escrito de cierta extensión apto para y cuyo propósito es, ser leído. La UNESCO ha establecido que, para ser llamado como tal, su tamaño tiene que superar las 49 páginas: 25 hojas mínimo. Menos de 49 le da al escrito categoría de folleto.
       
                En muchos aspectos, el libro es el máximo logro de esa valiosa herramienta de cultura y civilización que es la escritura, el invento humano que nos sacó de la prehistoria y nos introdujo en la historia, y del que los primeros indicios conocidos nos remiten a los sumerios y demás pueblos de la Mesopotamia.
              Los soportes indican las tecnologías y niveles de civilización que alcanzaron las distintas sociedades. No más.
            
                Lo mismo el nivel de estilización de ese instrumento que es la escritura, originada en los pictogramas y glifos primitivos y que ha evolucionado y se ha perfeccionado con el paso de los siglos.
Distintos pueblos crearon mitos sobre el origen de la escritura. Los sumerios la atribuyeron a Enmerkar, rey de Uruk. Los aztecas al dios del viento Quetzalcóatl, la “serpiente emplumada”, inventor también de las artes. Y los mayas al dios del tiempo Itzamna. Los egipcios a Toth, el protector de los escribas y dios de las artes. Y los chinos a Chang Ji, enviado de Huang Di, el “dios amarillo”.
             
                        Hay quienes se enamoran de un soporte, idealizándolo. No creo que se produzcan libros más hermosos, trabajados con mayor primor y que reunieran mayores talentos que los manuscritos medievales. Eran tan apreciados que se daban como regalos reales.
          
                        Imagino lo traumatizado que quedaron  algunos privilegiados cuando aquellas joyas fueron sustituidas por las vulgares y visualmente desaliñadas hojas de imprenta. Sin embargo, unas décadas después los gabinetes de copistas eran cosa del pasado. La imprenta, la galaxia Gutenberg, los arrojó a la historia.
                           Ahora pasa lo mismo con los lectores digitales y la difusión digital del libro: las imprentas son cada vez más artefactos obsoletos. Lo mismo el libro impreso.
          
                           En mi personal opinión, yo soy un enamorado del contenido, no del soporte. Y en esa perspectiva es que valoro las inmensas posibilidades de democratizar el acceso al libro que proporciona la difusión digital de obras, ya que su multiplicación es de escasísimo costo y lo hace inmensamente asequible.
             
                          Yo, que acabo de pagar RD$2,250.00 por el tercer volumen de la trilogía de Vitali Shentalinski sobre los escritores represaliados por la KGB estalinista (con los distintos nombres que adoptaba según la época: Checa, GPU, NKVD, etc.), libro que considero excesivamente costoso, US$59.21 dólares, y conste que es uno de tres tomos, no el precio de los tres,  creo que una copia digital contiene el mismo contenido y saldría por menos de diez dólares. Es de ese tipo de costo excesivo que los libros digitales están llamados a salvarnos.

 ¿QUÉ PODEMOS ENCONTRAR EN UN LIBRO?

 Circunscribiéndonos a los libros formativos y a los informativos, que son por mucho la mayoría de los libros existentes, aunque la masa de libros religiosos es también significativa y en crecimiento (lectura transformativa), es oportuno definir qué buscar y encontrar en ellos, lo que puede ser útil para orientar la atención del lector y guiar su trabajo.

Soy de la opinión de que la actitud con que interactuamos con un libro depende en mucho del tipo de lectura que realicemos.

Así, la lectura transformativa, orientada a cambiar nuestro ser, se medita. La lectura recreativa, cuyo propósito es producirnos placer y emocionarnos, se disfruta. Las lecturas formativa e informativa, pero en particular la formativa, se trabajan.

La acción de leer es común a los tres tipos de lectura, pero la formativa/informativa demanda una labor activa más que pasiva: queremos adueñarnos de una información, extractarla, internalizarla, incorporarla a nuestro haber.

Trabajar un libro nos impone operar con una serie de recursos, de instrumentos intelectuales, para extraer la información, sistematizarla, categorizarla y contrastarla contra otras informaciones recopiladas o ya parte de nuestro bagaje cultural. No voy, por mi tema elegido, a entrar en algunos de esos valiosísimos recursos, ellos serán motivo de un próximo artículo.